Perdonen mi osadía al alterar la carátula de la película "Si te dicen que caí" |
Pues te mintieron...
Que, a ver, ésto puede ir a opiniones, como todo, pero ésta es la mía.
Mis dos retoños llegaron a este mundo tras una cesárea. Eso, para mí, no es un parto. Ya sé que la matrona habla de "parto por cesárea" pero no estoy nada de acuerdo. Una cesárea es una intervención quirúrgica nada natural en la que criatura y madre no intervienen para nada. El resultado final es el mismo pero el proceso muy distinto.
Tal y como yo lo veo es como expulsar una piedra del riñón. Si ésta sale de forma natural siguiendo el conducto habitual, puedes decir que has "expulsado una piedra". Si, en cambio, pasas por quirófano, te abren, te rajan el riñón y te extraen la piedra, para nada puedes decir que la has "expulsado"; ¡qué leches! ¡Te la han sacado por la fuerza! Pues lo mismo para los partos. Una cesárea no es un parto, es desalojo forzoso.
Primero cabe decir que debo de tener un útero rollo Spa de lujo porque ninguno de los dos quería salir por iniciativa propia y ambos se retrasaron casi 2 -laaaaaaaaargas- semanas.
El Principito dejó muy claro desde el vientre materno que aquí mandaba él y que no estaba para acatar órdenes de nadie. Así se posicionó de culo desde el primer momento, usando mi hígado como almohada todo el tiempo. Cuando ya pasaba una semana de cuentas, la matrona decidió que era hora de ir preparando la orden desahucio ya que, según ella "Más que hígado ya tienes paté"
Y ahí que me fui yo, con mi día y hora para la cesárea programada; acojonada pero -ingenuamente- aliviada por evitar los dolores de parto y saber que todo acababa en unas horitas. La intervención en sí fue un tanto peculiar; siendo hospital universitario (que una es muy fan de la sanidad pública) aquel quirófano parecía una parada de metro donde entraba y salía todo el que le apetecía. Allí me metieron ya anestesiada y me colocaron la cortinilla esa que evita que veas como te abren las vísceras y, de hecho, evita que veas absolutamente nada y a nadie más que a la anestesista que tienes en el cogote.
Voces nuevas se iban incorporando a la conversación: 2 cirujanos, varias enfermeras, la instrumentalista, algunos residentes, alguien que pasaba por allí... ¡menos al padre de la criatura dejaron entran hasta al tato!
El peque, que viéndose el percal se aferró a las costillas con uñas y dientes, lo puso complicado para salir y acabaron estrujándome cual limón, dejándome sin respiración para poder sacarle. Nada más verse fuera rompió a llorar pero con un tono de indignación brutal, que a día de hoy que aún no me ha perdonado.
La recuperación fue un desastre y juré que, si había un próximo, evitaba la cesárea como fuera.
Así que, 3 añitos después, estaba yo dispuesta a dar a luz como dios manda. La Princesita siguió los pasos de su hermano y se pasó 8 meses de culo. Nos obstante una sesión intensa de abrillantamiento de parquet consiguió convencerla de que era mejor darse la vuelta ya y llevarnos bien desde el principio. Que un feto de 8 mesazos decida dar un giro vertical de 180 grados dentro de útero, ya os digo yo que te deja un mal cuerpo considerable durante unas cuantas horas..
Con la niña colocada, toda la preparación física hecha, mi plan de parto natural listo y mis ganas de acabar de una vez parecía que la cosa iba a salir según lo previsto y sin complicaciones. ¡Ja! Tantas ganas tenía de que el proceso fuera diferente que hasta me había mentalizado de tenerla en la sala de parto natural. Y mira que yo soy completamente pro-epidural; de hecho me reservaba mi derecho de entrar al hospital gritando "¡Quiero MI epidural!" (ya sabéis, soy de hablar con mucha propiedad)
Pues ni lo uno ni lo otro. Rompí aguas en plan cataratas del Niágara y para el hospital. Allí que me pasé 12 horitas en la sala de parto natural con unas contracciones del demonio para dilatar la friolera de... ¡1 centímetro!!! ¡Habrase visto!!
Tras mis 12 horas y un dolor abdominal más que considerable en la zona de la cesárea previa la conversación con el ginecólogo fue simple "O te hacemos la cesárea ahora con calma o esperamos unas horas y la hacemos de urgencias.." Ante un panorama tan alentador, para el quirófano que fuimos.
Todo hay que decirlo, la segunda cesárea no tiene nada que ver con la primera. El segundo día ya me estaba duchando tranquilamente y al tercero me pedí el alta para irme para casa. Nada de caminar a lo Chiquito ni temer un destripe cada vez que entra la tos.
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