viernes, 17 de mayo de 2013

Cómo desquiciar a una hija

Tira de Mafalda
Mi padre es un hombre tranquilo, de pocas palabras y un gran sentido del humor. Mi madre es una mujer adorable y entrañable que se desvive por todo el mundo a todas horas. A ambos les quiero mucho, eso hay que dejarlo claro porque luego pareceré una hija desnaturalizada y no es así.

Como en todas las famílias, todos tenemos nuestros más y nuestros menos pero los padres tenemos esa gran capacidad para sacar de quicio a los hijos continuamente. Y no es que lo hagamos con mala intención, es que nunca tuvimos hijos a los que educar antes.. y se hace lo que se puede con los recursos disponibles.

Dicho esto, hay una serie de comportamiento parentales que te sacan de tus casillas en milisegundos y que, como no podía ser de otra manera, mis padres han dominado a la perfección. Una pequeña muestra de la ideosincracia de nuestra relación.

I. Mi madre habla mucho. Pero mucho es mucho, a todas horas, sin parar. No es una exageración, mi madre es el "bajo continuo" de nuestra vida familiar. No es capaz de callar ni un segundo. Todo lo que pasa por su cabeza sale inmediatamente por su boca.. lo que genera gran cantidad de situaciones incómodas y comentarios que pueden ser hasta ofensivos. No sabe pensar para sí misma; está ella sola y vas oyendo como relata todo lo que va pensando. Increíble, en serio. Y desquiciante también. Con el tiempo te acostumbras y acabas por ignorar ese sonido, cosa que te lleva a no hacerle nunca ni caso a la pobre cuando te dice algo.

II. Mi padre no habla. Tiene sentido teniendo en cuenta el apartado anterior. ¿Cómo vas a hablar si ella nunca hace una pausa? Pero tan acostumbrado está a no decir nada y a que ella hable por todos que mantener una conversación con él es peculiar y deja de contestar en cualquier momento.

III. Mi padres no escuchan y luego reinterpretan la realidad. En el caso de ella es una claro y enorme problema de atención. Va a su rollo con su conversación y no presta atención a lo que pueden tener que decir los demás -es complicado escuchar cuando siempre estás hablando- en cualquier momento. En el caso de él supongo que viene a colación del punto I.. se ha acostumbrado tanto a tenerla hablando que ha acabado por anularnos a todos los demás en el mismo pack.
Ésto genera situaciones absurdas:
    Yo: Vamos a ir a un parque de atracciones todos con los niños, ¿os saco entradas también?
    Ellos: Si, claro. Nos quedamos con los niños cuando no puedan subir y damos un paseo.
    Yo: Por los niños no te preocupes. También hay espectáculos, podeis ir con calma
    Ellos: Perfecto.
Llega el día en cuestión.
    Yo: Mañana quedamos a las 10:00 que vamos al parque de atracciones.
    Ellos: Nosotros no, que no nos subimos en nada...
    Yo: ¿Cómo que no?? Si os pregunté un montón de veces y ya tengo las entradas.
    Ellos: ¿Y acaso te dijimos que sí??
    Yo: ¡¡¡Siiiiiiiiiii!!!
Luego hablan con algún amigo a alguna de mis tías:
    Ellos: Nada, mi hija que nos hace ir a un parque de atracciones con ellos para quedarnos con los niños aunque ya le dije que no nos subimos a nada.
Para matarlos.

IV. Para ellos peinarse es sinónimo de alisarse el pelo. Tanto una de mis hermanas como yo tenemos pelo rizado. En mi casa el pelo rizado está muy mal visto. Bueno hablando con propiedad, nuestro pelo rizado está muy mal visto. Tenemos un trauma capilar de toda la vida. Mientras éramos pequeñas y manejables, mi madre nos cepillaba hasta la saciedad y nos recogía el pelo en colas de caballo bien tensas -que ríete tu del lifting de la Lomana- para mantenernos peinadas.
Con el tiempo descubres la espuma y decides dejarle un poco de espacioa tu melena y que exprese sus rizos libremente sin coacción ni tirones y, día tras día, durante años, acabas teniendo estas conversaciones:
    Padre: Te peinarás antes de salir, ¿no?
    Yo: Ya me he peinado.
    Padre: Pues vaya peinado que llevas, todos los pelos locos por ahí
Habla poco el jodío pero cuando lo hace no veas. Una vez me harté tanto que me corté el pelo mucho, mucho, mucho.. Lo único que dijo mi padre al verme sin melena fue:
    Padre: Al menos, ¿te pondrás pendientes para que se vea que eres una chica?
Con mi madre la cosa no es mucho mejor.
    Madre: Pásate el peine.
    Yo: No que se me escrespa todo el pelo.
    Madre: No mujer, el de púas anchas que es para pelo rizado.
    Yo: Que no, mama.. que ya lo he probado más de una vez y se me encrespa el pelo.
    Madre: ¡Aaaaiiii! -suspiro- con lo arregladitas que van las chicas que veo por la calle y pienso que así podrían ir mis hijas..
    Yo: Siii.... y con lo calladitas que van sus madres..
En casa sólo se peina mi hermana la que tiene el pelo liso. No sé cómo sobreviví a la adolescencia sin raparme al cero.

V. En mi casa se come todo, aunque no te guste, aunque acabes vomitándoselo a tu madre encima. Da igual, si hay habas con hígado a comer y a callar (y a vomitar un poco también..)
Eso sí, en conseguir que mi madre probara una pizza fué una odisea e intentar que le de una oportunidad al sushi es misión imposible.
En cambio ahora la cosa cambia y "pobrecito Principito, si no le gusta la pasta le hago arroz.." ¿Perdón?? ¿Otro plato? ¿Menú a la carta? ¿Qué es esto y qué han hecho con mis padres?? Si le compran huevos Kinder, galletas tostarica y nocilla.. ¿Cuándo se han visto semanjantes manjares en mi casa? Está claro que ser abuelos les transtorna. No me habré ido veces al colegio sin comer porque había acelgas y no soporto ni el olor. ¡Cómo cambian las cosas!

VI. Hagas lo que hagas, va a estar mal. Un ejemplo. Yo me fuí de erasmus cuando aún existía el famoso Europa15 que te permitía hablar 15 minutos al día con el extranjero con tarifa plana. Así que cada día mi madre llamaba diligentemente. Muchas veces la conversación era algo:
    Ella: ¿Qué haces hoy?
    Yo: Acabar unos ejercicios que tengo que entregar mañana.
    Ella: ¡Ai, nena! ¿Y no sales? ¿No tienes amigos?
    Yo: Si, mamá, pero no voy a estar todos los días fuera a todas horas..
Días después:
    Ella: ¿Qué haces hoy?
    Yo: Voy con unos amigos a una fiesta.
    Ella: ¡Ai, nena! ¿Y no estudias? A ver si al final suspenderás..
Total.. que da igual que diga, siempre está mal.. Así con todo: si lees porque estás todo el día tirada con el libro sin hacer nada, si no lees porque se te va a secar el cerebro de no usarlo; si comes porque te vas a poner muy gorda, si no comes porque vas a enfermar...

VII. Las bicicletas son para otros. Jamás de los jamases conseguí tener una bicicleta. Ni yo ni ninguna de mis hermanas. La pedíamos cada año, para reyes, cumpleaños, santos... lo que fuera. Lo más que conseguí fueron unos patines -que sí, que molan mucho pero no es lo mismo. Veías a todos los demás niños con sus bicis por la plaza, el parque, cuando íbamos al pueblo... Nada, las bicis siempre eran para otros.
Total, que el trauma es de órdago y, ahora ya mayores, mis padres pueden comprar lo que quieran a los nietos excepto bicis. ¡Prohibidas! Las bicis que se las compren sus padres. Es motivo de desherencia y gran disputa familiar.
De momento a mi Principito le han regalado unos patines..

VIII. Las vacaciones son para ir al pueblo. Que, a ver, cuando tienes 3, 4, 5 años es genial: todo el día jugando en la calle, sin horarios, sin peligros, sin rutinas.. un paraiso infantil. Ya con 10, 11, 12 empieza a ser un coñazo de cuidado. A partir de los 13 un infierno adolescente. Por fin a los 16 consigues que te dejen en casa y se vayan sin tí.
Los viajes de 12 horas en coche eran mortales. Escuchando una y otra vez las cintas de pasodobles de mi padre -que si almenos tuvieran letra serían soportables- y las rancheras de mi madre.
Ahora hasta lo recuerdo con cariño y ternura pero entonces era un martirio impresionante.

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