Imagen de "El Principito" de Antoine de Saint-Exupéry |
Como buen niño que se precie, mi Principito es obsesivo con las diferente expresiones que va aprendiendo. Pasamos la fase del 'no' y ahora ya empieza la del '¿por qué?' pero, entretanto, hemos soportado un laaaaaargo período de "¿Quéééééééé?"
Al principio hace gracia o simplemente crees que realmente no te ha oído o entendido y vas repitiendo las cosas. Con el tiempo ves que no es más que una artimaña para hacerse el sueco cuando no le interesa lo que te estás diciendo. Pasadas las semanas y los meses, es una expresión que te crispa de inmediato y con la que tienes tolerancia cero.
Pero claro, de los reinos lejanos aparecen las tías que ven poco al sobrino y cualquier cosa nueva es una gracia que hay que reir y alentar. Así fue cuando una de mis hermanas vino de visita en plena fase "¿quééééé?"
Fuimos al aeropuerto a recogerla y, como buena y abnegada tía, se sentó en el asiento de atrás con el Principito a su lado (por éste entonces la Princesita aún no existía). Ambos muy contentos con la compañía ya la conversación.
En algún momento le dijimos al peque algo que no debó de interesarle demasiado y su respuesta fue el ya mencionado "¿quééééé?". Costillo y yo le cortamos para que no empezara con la retahíla pero mi hermana, presa de la novedad, nos recriminó tan brusca respuesta "¡Con lo gracioso que es y la vocecita que pone!!!"
Una -que en el fondo es buena persona pero a veces se despista y se deja seducir por el lado oscuro- vió una gran oportunidad en la respuesta y, al siguiente "¿quéééé?" le dije al Principito que se lo preguntara a la tía, que seguro que le contestaba. Y así fue.
Primeros diez "¿quéééé?": todo risas y entusiasmo en el asiento de atrás. Vigesimo "¿quéééé?": aún risas y algo menos de entusiasmo. Trigésimo "¿quéééé?": ya no hay risas y el entusiasmo ha dejado paso a un cierto tono de impaciencia. Cuatrigésimo "¿quéééé?": maniobra de distracción "Principito, ¡mira qué camión más grande pasa por tu lado!" Sexagésimo "¿quéééé?": silencio absoluto en el asiento de atrás. Mi hermana se hace la loca mirando por la ventana como si no hubiera nadie más en el coche.
Aquí es cuando el instinto maternal te juega una mala pasada. Ves a tu Principito en el asiento de atrás solito y con carita mustia porque nadie le hace ya ningún caso e intentas animarle dándole conversarión. Y la conversión se desarrolla con normalidad hasta el primer "¿quéééé?": te acuerdas de cómo ha empezado todo esto. Quinto "¿quéééé?": ya te arrepientes de haberle compadecido. Décimo "¿quéééé?": intentas cambiar la conversación o distraerle. Decimoquito "¿quéééé?": te giras hacia la ventanilla con la mirada perdida como si en el coche no hubiera nadie más.
Al rato, tu cerebro se olvida de las cosas y el instinto maternal intenta volver a hacerse un hueco. Ves de reojillo la carita mustia de tu Principito y te da mucha penita. Tu subconsciente maternal te dice "¡Pero qué mala madre eres!" y cuando estás a punto de capitular, la parte racional de tu cerebro le contesta "¿Quéééé?"... y ahí acaba todo sentimiento de culpa...
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