miércoles, 19 de junio de 2013

Como desquiciar a una hija (vol II)

¡Y tan iguales!
Hoy el post va más allá de las desavenencias estéticas inter-generacionales  que suele haber en mi familia (véase que no me peino, que no me visto como una chica, que no hablo como una señorita... y  un largo etcétera)
Hoy esto va sobre ese gen que muta con la edad y que nos debe de hacer creer que somos super-héroes o heroínas que pueden con todo.

Ese maravilloso gen es el que ha provocado que el fin de semana empezara con buen humor, fiesta de fin de curso en el cole del Principito, buen ambiente, comida familiar, buen rollito.. y acabase en urgencias de un hospital pasando la noche en vela y con un señor susto encima.

Todo eso podría haberse evitado si mi señora madre -cuyo encanto como persona es directamente proporcional a su capacidad de desquiciarnos a todos; y es realmente encantadora- no se hubiera hecho la fuerte y la valiente cuando empezó a sentirse mal.
El sábado, en la fiesta del Principito (ya hablaré de ese tema porque he flipado en colores viendo el nivelón que se gastan hoy en día en las fiestas escolares de fin de curso) estaba algo cansadilla pero se la veía bien y no dijo que se encontrara especialmente mal. El fiestorro se alargó hasta entrada la noche y ya se les veía un pelín perjudicados a ambos.

Al día siguiente, comida familiar en casa de una tía. Ya llegó con mala cara y le preguntamos si todo estaba bien. A principios de año pasó por 2 cirugías abdominales de urgencia y acabó en la UCI una semana, más de 1 mes de ingreso hospitalario y 2 meses más viviendo en mi minipiso con nosotros.. así que no es para no prestar atención cuando se pone mala.
Antes de comer ya le estábamos diciendo de ir al médico.
Durante la comida empezó a ponerse peor. Las insistencias para ir al hospital fueron en aumento.
A media tarde había vomitado varias veces y ya perdimos el tono cordial con lo de ir al hospital.
A todo esto, tanto mi padre como mi madre no hacían más que quitarle hierro al asunto, que ya se le pasaría, que quería ir a casa, que como iba a ir a urgencias sin ducharse y ponerse ropa limpia -seguro que eso en urgencias es algo que les preocupa mucho-, que no era para tanto, bla, bla, bla... Hasta que dijeron que eso le ha pasado otras veces y al final, con los días, se le acaba pasando.
Sobre las 19:00 la metimos en el coche y nos la llevamos -protestando todo el camino- al hospital más cercano tras haber vomitado un par de veces más y asustados pensado la de veces que podía haber estado así sin ir al médico y las complicaciones que eso podía producirle.

Llegamos a urgencias. Las primeras pruebas no eran nada halagüeñas y deciden dejarla toda la noche en observación y con medicación. Por la mañana se repetiría todo y ya nos dirían.
Por la mañana nuevas pruebas; mejores noticias pero aún no buenas. Nuevo tratamiento y orden de ingreso durante 48 horas.
Aquí la cosa se empezó a volver rara.
Resulta que estábamos en un hospital público que está en su misma ciudad y a unos 10 minutos en coche de su casa. Pues resulta que no les corresponde por zona y se tiene que ir a otro ¿¿Perdón?? Nos dicen que no pueden hacer el ingreso de ninguna manera y que van a trasladarla al otro hospital, que ya han pedido la ambulancia.
Preguntamos a qué centro la van a trasladar y nos informan que el hospital que les corresponde (concertado) está en proceso de fusión con otro centro y que es posible que se la lleven a la ciudad de dicho segundo centro (a 3 pueblos de distancia). Flipamos.. o sea, que no la pueden ingresar en un hospital público que está a 10 minutos de su casa, en su misma ciudad, pero la van a trasladar 3 ciudades más allá a un centro concertado.
Unas cuantas horas después llega la ambulancia y, gracias al ambulanciero que amablemente miró el informe, nos enteramos de que al final no se la llevan al quinto pino, que la trasladaban al centro que les corresponde por zona.

Llegamos al nuevo hospital -con un retraso considerable porque cualquiera consigue aparcar en esa zona- y nos la encontramos en la camilla, en mitad de un pasillo, más sola que la una y sin saber nada de nada. Todos los boxes vacíos y la tuvieron más de 1 hora en mitad de un pasillo.
Cuando por fin alguien se digna a venir (no sin haber insistido en el mostrador 3 ó 4 veces) nos dicen que no la han visitado aún y que hasta que no pase el médico no pueden hacer nada..¡Señores! ¡Que es urgencias! Si esa es la política habitual no quiero ni pensar en lo que sufre los que llegan malheridos.

Por fin aparece un médico y, prácticamente sin mirar el informe nos dice que le van a dar el alta. ¿¿Disculpe?? Venimos trasladados de otro hospital porque el tratamiento requería ingreso de 48 horas y nos quería largar a casa en 10 minutos.. Tras empezar a perder un poco los nervios, el buen hombre se digna a mirar el informe y dice que no.. que en 4 horas le tienen que hacer pruebas de control y, según el resultado, ya veríamos.

Pasadas las horas, le hacen las pruebas. Parece que el tratamiento funciona y la cosa se va estabilizando pero lleva más de 24 horas sin comer y puede tener una mala reacción al volver a comer. Así que nos dicen que se queda toda la noche en observación y por la mañana nos dirán.
Media hora más tarde viene una enfermera diciendo que le van a dar la cena y, si la tolera, le dan el alta.
Un rato después viene otra enfermera con 1 litro de caldo -no exagero, era un litro enterito de caldo- diciendo que empiezan con los líquidos, que por la mañana algo más consistente y ya verían. Que la noche la pasa allí.
Empiezan a descolocarnos mucho con las instrucciones contradictorias. ¿Se queda? ¿Se va? Nos están volviendo locos.
Una hora después aparece una doctora con los papeles del alta. Nos largan a casa a las tantas de la noche después de marear mucho la perdiz. Pero, no contentos con eso, le ponen control diario toda la semana a primera hora.
Vamos, que llegamos a casa pasada la medianoche y a las 8:00 había que estar de vuelta para una prueba y el control.. Ya podían haberla dejado ingresada porque iba la pobre mujer hecha fosfatina.. y los demás ni te cuento, que apenas habíamos pegado ojo en 2 días.

Por suerte ya está bien y mañana es la última visita con el médico -han tenido la decencia de dársela a las 12:30 y no de buena mañana- para el control.
Solo espero que se le meta en la cabeza que, cuanto más deja las cosas, peores son las consecuencias y más de culo nos hace ir a todos..

Ufff.. me voy a dormir que mañana será otro día largo.

viernes, 14 de junio de 2013

¡Ya llegó el verano!!

Como he dicho alguna vez mi cultura musical es más que peculiar y tan pronto te canto a Mari Trini como intento emular a Jethro Tull sin ningún tipo de complejo.
Pues como hoy -¡por fin!- es viernes y me apetece acabar la semana de buen humor (que no sabéis cómo de falta me hace después de la semanita bohemio-estresante que llevo) me ha venido a la cabeza un viejo hit de mi época universitaria (si, los 7 lustros ya se me notan.. ¡cómo pasa el tiempo!)

No sabéis cómo me he llegado a reir y disfrutar con esta música. Toda una época llena de sus altos y bajos pero con muy gratos recuerdos.

Ahí os dejo el video.

¡Feliz Viernes! ¡Y buen fin de semana!!


jueves, 13 de junio de 2013

Moda acuática


Para qué engañarnos, la moda acuática, por mucho glamour y mucho bombo que le quieran dar, no da para tener una apariencia mínimamente digna.
En el caso de la moda playera pues aún puedes encontrar el modelito de bikini o bañador (normalmente incómodo de narices) que te siente bien y puedes mantener cierta dignidad con tu sombrerito rollo pamela, tu pareo de moda y pinta de señora bien que no se moja el pelo ni en la ducha.
En una piscina todo cambia. En general el bikini ya queda descartado por la incomodidad de perder alguna parte en plena exhibición de salto de cabeza o en alguna maniobra compleja dentro del agua. si, además, vas a la piscina con niños fijo que acabas buscando la mitad por la piscina infantil entre el regocijo y las miradas críticas del resto del personal.
Los bañadores de natación, por mucho que diversifiquen en el Decathlon, no sientan bien. Que los hay bonitos y hasta algo favorecedores pero el diseño intrínseco de un bañador de natación va en contra de muchas tendencias de moda. Buscando y rebuscando siempre puedes encontrar alguno con el que te sientas suficientemente bien como para mostrarte en público.

El gran problema de la moda acuática, señores míos, son los puñeteros gorros de natación. Yo los tengo de colores, con dibujos y hasta uno con aletas (si, no sé ni cómo llego a mí). Cuando los ves en la tienda, con toda la gama de colores expuestos, con esos dibujitos con diseños tribales y muy modernos, con diferentes materiales.. una se anima y dice ¡Qué bonito! y se compra un gorro para la piscina sin tener en cuenta que esos colores, esos dibujos, esos materiales pierden mucho encanto cuando la prenda en cuestión está embutiendo tu melena y presionándote la frente.
Y si al gorrito en cuestión le sumas unas gafas ya la cosa se va de madre y pareces una mezcla de una cabeza-cono con el hombre mosca.. O a lo mejor solo soy yo que tengo una señora cabeza tamaña XXL y el gorro y las gafas me dan un aspecto de peli mala de terror.

A las clases de piscina con la Princesita voy yo (por logística familiar). Siempre me pongo el gorro delante de ella y me mira muy extrañada -supongo que intentando dilucidar por qué su madre insiste en desvirtuarse de esa manera- y se pasa media clase intentando aferrarse a mi gorro -cosa difícil cuando tu cabeza es tan grande que el gorro no hace ni un pliegue de la tensión que soporta.

El caso es que el otro día mi Costillo aprovechó la jornada intensiva del cole del Principito y se vinieron poco antes de que acabara la clase de la niña. Como quedaban unos diez minutillos y su padre nunca había estado con ella en la piscina, le dije a mi Costillo si quería acabar él la clase. Encantado fue hacía la colchoneta en la que estaba la niña en ese momento y la cogió de las manos para continuar el ejercicio.
La cara de mi Princesita fue un poema pasó de la sonrisa, a la sorpresa extrema, a los pucheros y al llanto desconsolado en cuestión de segundos. Le miraba con horror y espanto y el pobre Costillo le hablaba, la acariciaba e intentaba consolarla. No hubo manera. Con alto grado de frustración vino y me la pasó para calmarla; se calló al instante aferrada a mi bañador -por estas cosas no se puede llevar bikini- y le seguía mirando con desconcierto.
Cuando se acercó el Principito (que jugaba a su rollo al otro lado de la piscina infantil) volvimos al ataque de pánico. Mi niño es un poco delicadito con los ojos y siempre lleva gafas de agua para que no le haga daño el cloro, y su gorro a juego (las greñas no son bien vistas en las piscinas públicas climatizadas)

Al final la idea nos acabó saliendo un poco rana y el berrinche a la niña le duró un buen rato. Mi Costillo ya no quiere ir más con ella a la piscina y el Principito la mira con recelo desde entonces.
Y todo esto es culpa de la horrenda moda acuática a la que nos tenemos que someter para ir a la piscina pública. Estoy convencida de que la pobre niña no reconoció a su padre bajo ese gorro que ocultaba su melena hasta la  cintura (y que le hace una cara/cabeza un poco rara) ni al Principito, escondido tras ese gorro azul eléctrico y esas gafas tintadas (de azul también).
Ahora estoy convenciendo al Costillo de que la lleve él y se ponga el gorro delante de ella para que no flipe al verle.

Espero que así no entre en pánico porque exagerada es un rato la peque..

martes, 11 de junio de 2013

Mala suerte congénita...

Esto ya es para mear y no echar gota..

De normal no es que nos caractericemos por ser una familia con suerte.. ni un poquito de buena suerte solemos tener. Vamos, que jugamos a la primitiva cada semana por tener una ilusión en la vida porque está claro que si en 10 años no nos ha tocado más que añgún reintegro, es que la cosa no va con nosotros.

Pero es que el pobrecito Principito ha heredado nuestra mala suerte y parece que de manera duplicada porque ya empieza a ser absurdo el nivel de cosas que nos pasan.

Cuando había que pedir plaza en la guardería resulta que tocó año de "baby-boom" y la lista de espera para una plaza en la guarde pública era más larga que un día sin pan. Por supuesto, se hizo el sorteo de desempate para ordenar la lista. ¿En qué puesto quedó el Principito? El penúltimo, sí parece que ahí había alguien con peor suerte que nosotros.
El caso es que en los pueblos aledaños siempre habían sobrado plazas para ese curso y también les habíamos inscrito. Por suepuesto ese año todo cristo decidió meter a sus hijos en la guarde y nos quedamos sin plaza en todas las guarderías en 3 pueblos a la redonda. Digno de ver porque en muchas el único que quedaba fuera era él..
Tocó pagar guardería privada e ir tirando como se podía.

Pasaron los años y llegó el momento de hacer la preinscripción al colegio de primaria. Teníamos claro cuál queríamos y parecía que había bastantes opciones. Hicimos la preinscripción, pasamos todo el proceso y publicaron las listas. Había 26 solicitudes para 25 plazas; la probabilidad de quedar fuera era bastante pequeña, ¿no? Pues se hizo el sorteo y ¿quién quedó en el puesto 26? ¡Mi Principito! ¡Por supuesto!
Ese día no me lo creía. Me dió un ataque de nervios al ver que nos habían asignado el cole que está en la otra punta del pueblo (más de media hora andado.. y ¡con un niño de 3 años!). Desesperación total, alegaciones, reuniones, súplicas, amenazas.. Ya perdí el norte y acabé en plan Corleone con la regidora de educación.
Por algún azar del destino, se amplió el ratio por clase en 1 y, aún no me lo creo, pudo entrar. Él consiguio plaza en el cole y yo fama de macarra e histérica en el ayuntamiento. Todo tiene un precio.

Pasa el curso y llega el momento de los coles de verano para suplir esos meses en que los niños no tienen nada que hacer pero los padres pringados curramos como el resto del año. Se publican las bases del cole de verano municipal: 90 plazas por semana, parece que no habrá problema de cupo. ¡JA! Avalancha de inscripciones y posterior sorteo (el más injusto que he visto). Se hacía por orden alfabético y, ¿qué letra salió? Justo la siguiente a la del primer apellido de mi Principito. ¿En qué posición le dejaba eso? ¡¡¡El último!!!! ¡Por dios! Es que parece mentira. En una de las semanas estaba en el puesto 73 de lista de espera. Para flipar, os lo aseguro.

Pero no contentos con eso, decidimos apuntarle a la escuela de música municipal, a ver si desarrolla ese amor por la música que tiene y resulta que es un portento. Ahí ya fuí a sabiendas de nuestra mala suerte y me enteré de que, si se apuntaba otro miembro de la familia (véase yo), le daban puntos extra. Así que ni corta ni perezosa me inscribí para canto coral (¡habráse visto!!) para que le dieran los punticos a él.
Hoy han publicado las listas y ya no sabía si echarme a reír cúal transtornada o a llorar como una magdalena. ¡¡¡Directamente es que ni está en la lista!!! Casi me da un síncope y he hecho a mi Costillo llamar inmediatamente al ayuntamiento a ver qué c..ñ.. había pasado (creo que yo ya soy persona non grata en educación y no es cuestión de volver a montar la escena de madre histérica, que una no es mucho de controlar los nervios).
Resulta que sí que está, con todos sus puntos extra y todo.. pero en la clase de los de 3 años, en lugar de los de 4 años que son los que le corresponden. ¿¿Mande??? Por esta vez parece que la cosa tendrá fácil solución y le cambian de grupo sin más. Ahí viene el problema, a Florecilla no le han contando los puntos extra (que su madre hizo lo mismo que yo)  y está la última de la lista; así que cuando cambien al Principito, ella queda fuera. ¿Os lo podéis creer? Creo que la centralita del ayuntamiento hoy echa humo...

Espero que a mi pobre niño nunca le vaya la vida en un sorteo, porque no tiene nada que hacer..

lunes, 10 de junio de 2013

¡Manos arriba!


Todos tenemos nuestras rarezas y nuestras peculiaridades. Mi Princesita no iba a ser menos y ya va apuntando maneras desde la más tierna infancia.
La verdad es que supongo que esto es bastante habitual pero queda realmente graciosa. Mi niña usa las cuatro extremidades de forma completamente indiferente. Bueno, indiferente del todo no, tiene cierta predilección por los pies. Como aún no camina (ni gatea) supongo que no tiene interiorizada la diferencia pero la verdad es que la chica es de lo más hábil.

En algunos momentos realmente da para reirse de ella. La pose habitual es estar sentada con las manos en alto -como si la estuviesen atracando a mano armada- y tanteando con los pies para coger lo que quiere. Si la coges, ella sigue con las manos en alto y se agita muchísimo los pies intentando llegar al objeto de deseo. Si finalmente lo alcanza, lo agarra con los pies y se lo lleva a la boca con la facilidad y la naturalidad con la que yo me llevo una cuchara con la mano (¡bendita infancia! Menuda flexibilidad se gasta la niña..)

Cuando el Principito era un bebé íbamos a la playa con cierta regularidad (a horas intempestivas para la mayoria de la humanidad como las 6  o las 7 de la tarde) y le encantaba rebozarse por la arena (bueno, eso le sigue encantando). A la que nos descuidábamos se había metido un puñado de arena en la boca y la masticaba entre curiosidad y asco. Lo mejor era cuando, ya un poco mayor, iba andando por la arena y de golpe se tiraba en plancha, hundía la cabeza y abría los brazos y las piernas como si estuviera nadando braza o algo así; de paso aprovechaba para abrir bien la boca y comerse la ración pertinente de arena... Luego las deposiciones parecían crocanti; digno de ver.

En cambio la Princesita nos ha salido más señorita y, las veces que la hemos llevado a la playa, se dedica a inspeccionar el terreno con los pies y las manos bien en alto. Escarba, tantea, lanza arena, coge "puñaditos" con los pies. Digna de ver también. Si no fuera por el descojone que lleva encima mientras hace todo eso, parecería una señorita bien y finolis.

Ir con ella en brazos se ha convertido en deporte de riesgo. La niña, con casi seis mesecitos ya, es de lo más hábil y donde pone el ojo pone el pie. Vamos, que la llevas en brazos por la casa hacia el cambiador y de golpe notas cierta resistencia y es que la niña se ha aferrado a un pomo de una puerta y está firmemente cogida a él. O bien oyes un golpe y es que la niña ha pillado al vuelo algún objeto que resulta demasiado pesado para sus piececitos y acaba en el suelo. Pero el colmo es levantarte de la mesa con ella en brazos y ver como la mitad de la vajilla se va al suelo porque la peque ha cogido el mantel con los dedos de ambos pies y te mira dejando clara su intención de NO soltar el botín bajo ningún concepto.

Visto lo visto, hemos decidido que la Princesita tiene que ir sí o sí siempre con zapatos. Los calcetines no son suficientes y aún tiene poder de agarre; hay que poner alguna barrera mayor.
Cuando la cogemos en brazos siempre le sujetamos los pies con una mano mientras con la otra intentas soportar el peso y el ajetreo que se trae continuamente. La gente nos mira raro, como si no supiéramos coger a un niño en brazos pero es que ellos no tienen que limpiar la casa y comprar menaje nuevo cada vez que se levantan de la mesa.
Todos los objetos frágiles quedan fuera del radio de acción de las piernas de la niña al estar en brazos. Ahora mismo es más seguro tener las cosas en lugares bajos, que el Principito ya no es un destrozón y la Princesita aún no gatea y no puede acercarse por voluntad propia a esa altura.

Vamos, que ahora mismo nuestra casa parece todo lo contrario a lo que suele tener en una casa con bebés. Objetos frágiles en lugares bajos a la altura de la mano, nada de topes de puertas o cajones (me da miedo partirle un dedo si se agarra a algo que esté bloqueado). La mantelería de casa bien ha sido sustituida por manteles individuales y de bambú (que són más rígidos que los de tela y le cuesta cogerlos); así si se aferra a alguno, como mucho, cae un solo cubierto y no la mesa entera.

No sé qué vamos a hacer cuando ya sea capaz de desplazarse por sí misma. Espero que el tener los pies ocupados en otros menesteres (como el de desplazarse) le resten capacidad de agarre del mobiliario casero.
Ya veremos..

viernes, 7 de junio de 2013

Tranquilidad relativa

Pocas cosas en esta vida podemos valorar de forma absoluta y todo tiene un carácter relativo dependiendo de nuestras expectativas, experiencias, conocimiento...
Cuando además el tema concierne a comportamiento infantil, el relativismo toma todo un nuevo significado.

Mi Principito es un niño adorable como el que más y fue un bebé sociable y feliz. Eso sí, tranquilo, lo que se dice tranquilo, no ha sido nunca. Ya desde el vientre materno me tenía frita a patadas, puñetazos y golpes varios de forma continuada. Evidentemente al salir al mundo exterior nada de eso cambió y pocas veces he visto un bebé tan esbelto como lo era él (difícil no serlo cuando no dejas ni una sola caloria sin usar con tu movimiento). Hay gente con lo que se llama el "Síndrome de la pierna inquieta".. pues nosotros teníamos el "síndrome del bebé inquieto" porque parecía una maraca en modo vibrador continuo. Agotador. Es que ni durmiendo se está quieto; cada mañana cuando entro a darle el beso de despedida hay tal amasijo de sábanas, cojines y niño en posturas imposibles que queda claro que no ha estado precisamente relajado esa noche.

Explico esto porque es el punto clave para el relativismo de la situación que me encuentro en la piscina cada día.

Mi Princesita tuvo un primer encuentro con la piscina un tanto accidentado y parecía que no iba a ser santo de su devoción. No obstante, en las posteriores sesiones, se ha ido relajando y ahora disfruta como una enana y se ríe sin parar durante la clase. 
Se da la tesitura de que en el grupo al que vamos son todo madres/padres primerizos y la mqyoría son bebés bastante tranquilos y pachorrones. Todo calma y tranquilidad. Sólo nos falta un poco de ambiente zen para hacer una sesión de meditación en grupo en lugar de una clase de natación infantil.

El caso es que mi Princesita, que es la más pequeña del grupo, disfruta mucho del agua. Chapotea, salpica, mueve los pies, se ríe, balbucea, hace los ejercicios a su manera (no conseguimos nunca que el Principito se estuviera boca-arriba ni 10 segudos y ésta se da la vuelta a la mínima de cambio mirando al techo con devoción). Hasta ahí ningún problema; los demás padres del grupo me sonríen y me miran con cierta condescendencia "Es movidita, ¿eh?" Ahí cuando viene el problema.. Mis ojos se abren como platos y con cara de flipe total digo cosas del tipo "¡Pero si es súper tranquila!" mientras la niña da saltitos entre risa y chapoteos.
Claro.. entonces vi yo su cara de susto en plan "¡Dios! Si considera tranquila a esta niña.. ¿cómo será su otro hijo??!?" Creo que no le estamos haciendo ningún favor al índice de natalidad el pueblo con este tipo de comportamiento.
Luego salimos de la piscina y mi Principito está en la puerta esperándonos , saltando, corriendo, bailando como un fanático del Ska, haciendo volteretas en los arcos de aparcar bicis... Ahí es cuando me miran y entienden mi sorpresa por considerar movidita a mi niña. Creo que hay padres de gemelos que tienen menos estrés que nosotros con nuestro hijo.

Y es que claro, todo es relativo. Ya no sólo por el hecho de que la comparación con el Principito hace que cualquiera parezca un remanso de paz, sino porque una ya no es madre primeriza y está muy curada de espantos. Mi niña es una joya a la que puedes llevar a cualquier parte sin montar un escándalo, se queda en su sillita feliz y entretenida, no molesta, no llora si no tiene hambre.. ¡Una auténtica maravilla! Que no para quieta ni un segundo, cierto.. pero ¿y qué más da? Si la pobrecita se tiene que entretener en algo mientras los padres no primerizos no le prestamos ni la mitad de atención que el resto a sus bebés. Es cuestión de supervivencia, digo yo.

Pero todas estas madres nuevecitas con bebés tranquilos entran en pánico de pensar que, de tener otro hijo, les puede salir tan "tranquilo" como Princesita o, peor aún, como su hermano.

Aunque una cosa está clara, si nosotros hemos sobrevivido al primero y hasta hemos repetido -con el consecuente peligro de que el segundo saliera igual y necesitáramos internamiento psiquiátrico- está claro que todos somos capaces de salir adelante y que el ser humano es capaz de adaptarse a las condiciones de vida más variopintas que puedas imaginar.

Así que la próxima vez que alguien me diga que mi niña es un nervio, la respuesta más adecuada sería "¡Pero si es relativamente super tranquila!"; que ahí, además de mirarme con espanto pensando en otros posibles descendientes míos que hagan que parezca que la niña es tranquila, me mirarán con cara de "Esta tía es muy rara, mejor tomar distancia".. y a lo mejor hasta tienen razón..

¡Ale! ¡Un viernes relativamente feliz para todos!




jueves, 6 de junio de 2013

Los buenos momentos.

Principito bebé en brazos de su padre Costillo
El sueño y la baja moral nunca son buenos consejeros.
Esta semana está siendo un poco durilla para mí. Todos necesitamos unos días de autocompasión, egocentrismo negativo y llorera intensiva de vez en cuando. Es el primer paso para seguir adelante. Pero ya está. Hoy me he levantado con el firme de próposito de mejorar mi estado de ánimo -que está a nivel del inframundo- y empezar con tono positivo.
Por eso recupero este post que tenía escrito de hace semanas, antes de amplicaciones de jornada, de pataletas diarias, de noches sin dormir (la Princesita suele dormir muy bien).

Algunos días no tienen nada de especial. Algunos días parecen ser simplemente un día más. Algunos días no tienes motivos para especiales para sentir felicidad. Algunos días vives sin más.. y algunos de esos días la vida es maravillosa de verdad.

Un día cualquiera, no pasa nada en realidad; te levantas, te vas a trabajar y todo parece normal. La mañana en BohemiaLandia transcurre con total tranquilidad y vuelves para casa relajada y sin darle vueltas a nada.

Hace buen día, aunque aún un poco de frío. el cielo está despejado, no hay nubes y el tráfico es fluido. Al tomar la salida de mi pueblo, que hace bajada hacía la playa, me encuentro de frente con una espléndida vista del mar; está tranquilo, liso y muy azul. Sólo tengo ganas de llegar a casa y comerme a besos a mi Princesita; aún queda un rato para que el Principito salga del cole pero tengo ganas de verle también.

Increíblemente la niña está despierta y súper feliz; no hace más que reír y hacer monerías. El Principito sale del cole contento y dicharachero; no hay broncas, no hay carreras por la calle, no hay enfados.. todo perfecto hasta llegar a casa. La comida parece que le gusta y tiene bastante hambre así que no se oyen protestas en la mesa y todos comemos en armonía.

En la sobremesa no le apetece siesta -se me está haciendo mayor- y nos quedamos todos en el sofá jugando, riendo y haciendo el tonto. Suena por la radio una canción animadilla (Christina Aguilera creo que es.. ¡quién me ha visto y quién me ve!! si hasta reconozco a la tiparraca..) y todos nos ponemos a bailar. Mi Costillo tiene a la Princesita en brazos que se parte de la risa con el meneo y la música. El Principito la coge de las manos y baila con ella en brazos de papá; este niño tiene madera de payaso. La peque se ríe aún más; el Principito se ríe con ganas y baila como un loco por todo el salón. Mi Costillo y yo nos apuntamos a la fiesta y la casa es más que nunca una corte de locos.

La vuelta al cole en familia es plácida y tranquila. Al salir le recogemos y bajamos a la playa. No hay ni un alma; aunque hace buen día hay bastante viento. Cualquier excusa es buena para marranear y revolcarse por el suelo. Mi Principito acaba con arena hasta en el DNI.
La visión general es completamente bucólica para mí. Estoy sentada en la arena viéndoles jugar y me invade un sentimiento de completa felicidad.

Empiezan a caer unas gotas y toca salir corriendo hacia casa. Entre risas y gotas de lluvia hacemos el trayecto de vuelta rápido y sin percances.

Una vez en casa, ducha, pijama, cenita y listos para ir a dormir pronto. El buen rollo se palpa en el ambiente.

Lo dicho, algunos días adoro mi vida. Así sin más. No necesito más que algo de tiempo, a mi familia y poderlo disfrutar.

miércoles, 5 de junio de 2013

Noche de Imaginaria..


Entre lo que recuerdo de las batallitas de la mili de mi padre están muy presentes las noches de imaginaria. Esas noches de guardía, con relevos, sin dormir... una auténtica pesadilla.
Así hemos estado esta noche en mi pequeña corte de locos. La diferencia es que en lugar de ser un sargento que nos ordena la noche en vela, tenemos una Princesita que decide por sí misma cuando se puede o no se puede dormir en casa.

Ayer muy fue un día largo y completito en la corte de locos. Al trajín habitual se le añadió el inicio de los cursos de natación del Princpito y la Princesita que, además, no coinciden. Cuando sale una entra el otro y eso nos obliga a desdoblarnos y vernos sólo de pasada en la puerta todos con prisas.

Los cinco primeros minutos de piscina fueron gloria. La Princesita estuvo contenta, juguetona y de lo más entusiasmada con la pedazo de bañera en la que la había metido. Luego fueron llegando el resto de bebés del curso y el monitor. Ahí ya empezó a no gustarle tanto el tema y ya hacía pucheritos viendo el gentío que se acumulaba a nuestro alrededor.
Cuando la clase en sí comenzó, el monitor dió las instrucciones y cogió a la Princesita como ejemplo para hacer una demostración del ejercicio. Ahí fue cuando la peque entró en modo pánico y se pudo a llorar como una posesa. El monitor ni se inmutó, que ya son muchos años de hacer cursos con bebés y encontrarse estos percales a menudo.
Intenté consolarla y seguir haciendo los ejercicios. La calma duraba segundos, mientras la tenía acurrucado contra mí. A la que tenía que separarla volvíamos a entrar en bucle de llanto desconsolado. Al final descubrí que le encanta chapotear -cogerle las manitas y golpear el agua para que salpique un poquito- y que esa era la manera de conseguir la suficiente calma para hacer algo y no incordiar a todo el personal. Espero que el próximo día la cosa vaya mejor...
En el vestuario no mejoró la situación. Primero la vestí a ella -por eso de evitar una hipotérmia- y la dejé en una de las tronitas que hay para poder vestirme yo.. Desastre total. El llanto y los lagrimones eran de escándalo; estiraba los bracitos hacía mí y balbuceaba su "mmammi" -haciéndome casi llorar a mí también.
Por fin conseguí recomponernos a las dos y salir de la piscina ya bastante tarde. Mi Costillo y el Principito esperaban en la puerta bastante nerviosos por la hora que se estaba haciendo. Besitos rápidos y todos corriendo para la siguiente actividad: yo sesión formativa en el ayuntamiento con Princesita a cuestas, ellos curso de piscina del Principito.

A las ocho de la tarde volví a casa. El Principito hecho polvo miraba los dibujos en el sofá, mi Costillo hacía la cena y la Princesita venía dormida. Momento de paz y calma que auguraba una buena cena y posterior noche.. ¡JA! Eso de que el niño está cansado y duerme del tirón, en mi casa no sucede..

Con la cena empezó el festival. El Principito no lleva muy bien mi reincorporación y el aumento de jornada laboral ha sido la puntilla. Rabieta de órdago, gritando, tirando cosas, golpeando, tirándose al suelo a patalear... Agotador. Intentamos calmarle, hablarle bien y tener la cena en paz y, aunque en algunos momentos parecía que íbamos por buen camino, en un segundo se le volvía a ir la olla y volvíamos a empezar.

Intento tomarme las cosas con humor pero llega un momento que no puedo de ninguna manera.
La heridita de mi corazón el día que me tuve que reincorporar se convirtió en algo bastante profundo el día que aumenté mi jornada y ayer ya pasó a agujero negro tamaño astronómico.. Mi hijo no me quiere. Me lo repite sin cesar, me echa de la habitación, me pega si intento abrazarle.. ni siquiera quiere ir conmigo al parque. Sé que está enfadado porque no estoy tanto con él pero esas escenitas pueden conmigo. Anoche estuvo más de una hora gritándome, echándome y montando un pollo de impresión reclamando a su padre.
Al final, el Costillo subió y el Principito se acabó durmiendo agotado entre sollozos.

La Princesita no ha sido mucho mejor. Esta noche se despertaba cada media hora llorando y solo se calmaba poniéndola al pecho. Un desastre de noche sin pegar ni ojo y sintiendo un vacío y un agujero inmenso en el corazón.

Parezco una exagerada pero de un tiempo a esta parte estas escenas se han vuelto diarias y cada vez más intensas. Me minan la moral y cada vez tengo menos fuerzas para enfrentarme a ellas.

Cada día me siento peor madre y no veo ninguna luz al final del túnel.

Necesito que lleguen las ansiadas vacaciones de una vez (que todavía no tenemos fijadas...)

martes, 4 de junio de 2013

Papás y mamás

¡Qué grande Quino!
No sé si tiene que resultarme preocupante o no pero, de momento, me hace mucha gracia. El Principito y amigos ahora tienen como juego favorito jugar a "papás y a mamás" (con toda la inocencia de criaturitas de sólo 3 años). Supongo que no es más que un juego de imitación y es lo que toca en esta fase de desarrollo pero da pie a situaciones un tanto peculiares.
Normalmente se reparten los roles y no siempre de la forma que a un adulto le podría parecer la más lógica. En muchos ocasiones el Principito es la mamá o incluso el bebé. Van rotando las responsabilidades y todos juegos en todos los papeles. Es ciertamente curioso verles porque imitan comportamientos que una preferiría obviar de cara al público.

A veces nos encontramos en conversaciones que nos dejan un poco descolocados.

   Nos: ¿Qué hacéis?
   Prin: Jugamos a papás y a mamás.
   Nos: Ah.. ¿y tú eres el papá?
   Prin: No, yo soy el bebé y Florecilla es la mamá.
   Nos: Ah.. Florecilla, ¿tu eres la mamá?
   Flor: ¡Claro! ¿No ves que yo tengo pistola? Soy la mamá

No sé quién flipó más, si nosotros pensando que tal no deberíamos dejar al Principito jugar más en casa de Florecilla porque no quiero ni pensar en qué momento su madre saca la pistola; o la madre de Florecilla -que más bien es de tendencia hippy y liberal- que abrió los ojos como platos preguntando un "¿QUÉÉÉÉÉÉÉÉ?" que dejó muy claro que ella tampoco sabía en qué momento había aparecido eso de la pistola.

Siguen jugando y saltando y haciendo el loco por la calle como buenos niños de 3 años despreocupados y felices. Al rato vemos que se han hecho con una cañita (de esas de plástico para beber) y van diciendo que es su bebé. Eso no nos parece fuera de lo normal; usan de bebé prácticamente cualquier cosa que se encuentran por ahí: piedras, hojas, ramas, tapones de plástico.. Y si no tienen nada a mano, pues es un bebé invisible que llevan a cuestas.
A la cañita en cuestión la someten a todo tipo de maltratos, golpes, lanzamientos, pisoteos, mordisqueos... -cada vez me da más miedo que se acerquen a la Princesita viendo cómo tratan a su supuesto bebé- hasta que deja de tener consistencia física y la abandonan en cuaquier papelera. Mientras lo hacen Florecilla empieza a gritar como una loca increpando al bebé y a mi Principito. Su padre -el de Florecilla- le dice que baje la voz, que por qué grita

   Flor: ¡Es que soy la mamá!
   Padre: Pero no por eso tienes que gritar...
   Flor: ¡Sí! ¡Porque soy la mamá!
   Madre: Pero las mamás no gritan...
   Prin (por lo bajini): Bueno... a veces un poquito si, ¿eh?

Florecilla se ve el percal y decide que mejor cambia de tema, que decirnos a las mamás que gritamos, pues como que no es la mejor estrategia para tener una tarde de paz. Salen corriendo y siguen gritando como locos por la calle.
La otra madre y yo nos miramos con cierto complejo de verduleras.

Más adelante van con los brazos cruzados sobre el pecho y les preguntamos qué hacen:

   Prin: Mi bebé tiene que comer.
   Nos: ¿Y qué come?
   Prin: ¡Teta! ¡Es un bebé!
   Nos: ¿Y quién le da teta a tu bebé?
   Prin: ¡Pues yo! Es mi bebé.
   Nos: ¿Ahora tu eres la mamá?
   Prin: Noooo..... - el tono es de duda total. No entiende a qué viene esa pregunta. Parece que la lactancia de su hermana le tiene un poco confuso.

Al rato ya van andando normal y les preguntamos por sus bebés, que ya no parece que lleven en brazos.

   Prin: Es que mi bebé ya sabe andar solo.
   Nos: Anda, ¡qué mayor ya!
   Prin: Si, ya es mayor y yo le dejo cruzar sin coger la mano porque ya sabe que tiene que mirar...

Eso es un puyazo en toda regla porque a él no le dejamos cruzar suelto. El tono ya deja claro el retintín y se va cabeza en alto, todo dignidad.

Cuando hace de papá le oyes decir muy a menudo "No te hacía caso porque es que me he despistado.." o mil situaciones inventadas en las que se "despista" como excusa. A mi Costillo tampoco le hace gracia verse retratado en esos juegos y esperamos que se le pase pronto la fase.
Por suerte y como dice el refrán, en todas partes cuecen habas, y ver a las caras de los padres de los demás niños es todo un poema. Estamos todos de atar por lo que se ve en el parque..

De momento nos pinta como despistados, gritones y controladores. ¡Qué mala madre me siento!

lunes, 3 de junio de 2013

Desconciliada


La conciliación familia-trabajo en este nuestro país es de risa, y eso es de dominio público. No voy a hacer un simposio sobre el tema ni a compararnos con otros países que tienen modelos diferentes (no todos ellos mejores precisamente).
A lo mejor no me importaba lo más mínimo dejar de trabajar por cuenta ajena desde el segundo uno después de nacer mi Principito. Tal vez seria feliz sin una carrera profesional (que tampoco es que me llene mucho ahora mismo) a cambio de estar todo el día con mis niños ahora que es cuando realmente me necesitan. Quizá me habría planteado una pausa para ejercer de ama de casa y madre a tiempo completo. Pero no he tenido elección, como la mayoría de madres de este país. Vivir con un único sueldo y una estabilidad laboral muy precaria después de tantos recortes (salariales y de derechos laborales) es una utopia de dificil alcance para muchos.

El caso es que no me quedó más remedio de reincorporarme el mismo día que mi Princesita cumplía las 16 semanas. Creo que pocas cosas he hecho en mi vida que me hayan costado más que salir de casa esa mañana.
Me lenvanté a la hora habitual, las 6:15. Ducha, ropa, peinarme mínimamente y preparar las cosas para el día de trabajo. Hasta ahí todo normal. Entonces tocó coger a mi bebita en brazos, completamente dormida, para darle de comer antes de marcharme. Ese cuerpecito acurrucado contra mí, ese calorcito emanando, el sonido rítmico de su respiración, ese olor a bebé que me llegaba... los lagrimones me caían a borbotones por toda la cara e intentaba contener los hipidos para no despertarla del todo. Cuando se soltó la dejé en su camita completamente dormidita, con una paz y una cara de felicidad que no tienen precio.
Salí de la habitación conteniendo el llanto y pasé a darle un beso al Principito en su cama. También estaba completamente dormido y se encogió un poquito al contacto, suspirando suavemente.

Al cerrar la puerta de la calle se me partió un poquito el corazón y me fui de casa con la peor sensación que he tenido en mi vida.

En el trayecto hizo lo posible por recomponerme y no llorar como una magdalena todo el rato. En el trabajo procuro disimular para que no se me nota demasiado las ganas de salir pitando que tengo. Pero el primer día fue muy duro y muy largo (pese a la reducción de jornada)
Los compañeros tampoco ayudan mucho. Están los de "¡Qué exagerada! Si solo son unas horas.." y las de "Todas lo hemos hecho y no pasa absolutamente nada". Pues lo siento pero que a las demás les duela en el alma dejar a su bebé de 16 semanas en casa para irse a trabajar no me consuela; que no se les encoja completamente el corazón al separarse de su cuerpo no me quita mi desazón; que no les entren ganas de llorar cada mañana al salir de casa no hace que yo me sienta mejor; que se reincorporen como si nada pasase no elimina mi sentimiento de culpa... Y, sinceramente, no me las creo. Cualquier madre normal y sin problemas serios de desnaturalización sufre el primer día que tiene que dejar a su bebé de 16 semanas para irse a trabajar. Tal vez se hagan las fuertes e intenten ocultar el dolor pero tiene que estar ahí fijo.

Esa mañana la Princesita no quiso comer nada durante las horas que estuve fuera y mi Principito preguntaba por qué mamá no estaba en casa para llevarle al cole.

Estuve al borde del llanto cada mañana durante semanas. Aún hoy se me saltan con facilidad si en algún momento me paro a pensar un poquito más de la cuenta en ellos. El ritual de cada mañana se ha convertido en rutina y ese olor a bebé de mi Princesita y ese suspirito de paz de mi Principito cuando le doy el beso de despedida me acompañan cada día.

Pero los recortes, las dificultades económicas y mucha de la agitación de BohemiaLandia me han forzado a ampliar mi jornada.
Hoy, por primera vez, no podré recoger a mi Principito a la salida del cole. Hoy, por primera vez, no podré comer con mi niño mientras me cuenta sus cábalas infantiles. Hoy, por primera vez, mi Princesita va a tener que comer sí o sí algo diferente ya que su mamá no podrá llegar a tiempo a casa.
Hoy, por primera vez, he hecho todo el camino sin poder contener las lágrimas. Hoy, por primera vez, empiezo a pensar que el paro no sería una mala opción y ya vendrán tiempos mejores. Hoy, por primera vez, uso el blog para desahogarme en la tranquilidad y la libertad que da el anonimato.

Hoy por primera vez me siento una madre pésima, una mala persona y un ser humano detestable.