miércoles, 5 de junio de 2013

Noche de Imaginaria..


Entre lo que recuerdo de las batallitas de la mili de mi padre están muy presentes las noches de imaginaria. Esas noches de guardía, con relevos, sin dormir... una auténtica pesadilla.
Así hemos estado esta noche en mi pequeña corte de locos. La diferencia es que en lugar de ser un sargento que nos ordena la noche en vela, tenemos una Princesita que decide por sí misma cuando se puede o no se puede dormir en casa.

Ayer muy fue un día largo y completito en la corte de locos. Al trajín habitual se le añadió el inicio de los cursos de natación del Princpito y la Princesita que, además, no coinciden. Cuando sale una entra el otro y eso nos obliga a desdoblarnos y vernos sólo de pasada en la puerta todos con prisas.

Los cinco primeros minutos de piscina fueron gloria. La Princesita estuvo contenta, juguetona y de lo más entusiasmada con la pedazo de bañera en la que la había metido. Luego fueron llegando el resto de bebés del curso y el monitor. Ahí ya empezó a no gustarle tanto el tema y ya hacía pucheritos viendo el gentío que se acumulaba a nuestro alrededor.
Cuando la clase en sí comenzó, el monitor dió las instrucciones y cogió a la Princesita como ejemplo para hacer una demostración del ejercicio. Ahí fue cuando la peque entró en modo pánico y se pudo a llorar como una posesa. El monitor ni se inmutó, que ya son muchos años de hacer cursos con bebés y encontrarse estos percales a menudo.
Intenté consolarla y seguir haciendo los ejercicios. La calma duraba segundos, mientras la tenía acurrucado contra mí. A la que tenía que separarla volvíamos a entrar en bucle de llanto desconsolado. Al final descubrí que le encanta chapotear -cogerle las manitas y golpear el agua para que salpique un poquito- y que esa era la manera de conseguir la suficiente calma para hacer algo y no incordiar a todo el personal. Espero que el próximo día la cosa vaya mejor...
En el vestuario no mejoró la situación. Primero la vestí a ella -por eso de evitar una hipotérmia- y la dejé en una de las tronitas que hay para poder vestirme yo.. Desastre total. El llanto y los lagrimones eran de escándalo; estiraba los bracitos hacía mí y balbuceaba su "mmammi" -haciéndome casi llorar a mí también.
Por fin conseguí recomponernos a las dos y salir de la piscina ya bastante tarde. Mi Costillo y el Principito esperaban en la puerta bastante nerviosos por la hora que se estaba haciendo. Besitos rápidos y todos corriendo para la siguiente actividad: yo sesión formativa en el ayuntamiento con Princesita a cuestas, ellos curso de piscina del Principito.

A las ocho de la tarde volví a casa. El Principito hecho polvo miraba los dibujos en el sofá, mi Costillo hacía la cena y la Princesita venía dormida. Momento de paz y calma que auguraba una buena cena y posterior noche.. ¡JA! Eso de que el niño está cansado y duerme del tirón, en mi casa no sucede..

Con la cena empezó el festival. El Principito no lleva muy bien mi reincorporación y el aumento de jornada laboral ha sido la puntilla. Rabieta de órdago, gritando, tirando cosas, golpeando, tirándose al suelo a patalear... Agotador. Intentamos calmarle, hablarle bien y tener la cena en paz y, aunque en algunos momentos parecía que íbamos por buen camino, en un segundo se le volvía a ir la olla y volvíamos a empezar.

Intento tomarme las cosas con humor pero llega un momento que no puedo de ninguna manera.
La heridita de mi corazón el día que me tuve que reincorporar se convirtió en algo bastante profundo el día que aumenté mi jornada y ayer ya pasó a agujero negro tamaño astronómico.. Mi hijo no me quiere. Me lo repite sin cesar, me echa de la habitación, me pega si intento abrazarle.. ni siquiera quiere ir conmigo al parque. Sé que está enfadado porque no estoy tanto con él pero esas escenitas pueden conmigo. Anoche estuvo más de una hora gritándome, echándome y montando un pollo de impresión reclamando a su padre.
Al final, el Costillo subió y el Principito se acabó durmiendo agotado entre sollozos.

La Princesita no ha sido mucho mejor. Esta noche se despertaba cada media hora llorando y solo se calmaba poniéndola al pecho. Un desastre de noche sin pegar ni ojo y sintiendo un vacío y un agujero inmenso en el corazón.

Parezco una exagerada pero de un tiempo a esta parte estas escenas se han vuelto diarias y cada vez más intensas. Me minan la moral y cada vez tengo menos fuerzas para enfrentarme a ellas.

Cada día me siento peor madre y no veo ninguna luz al final del túnel.

Necesito que lleguen las ansiadas vacaciones de una vez (que todavía no tenemos fijadas...)

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