lunes, 8 de julio de 2013

Paranoias de madre


Supongo que todos tenemos nuestras paranoias y nuestros miedos. En general no soy una madre miedosa ni super-protectora. Sólo hay que ver las rodillas de mi Principito, siempre peladas, llenas de arañazos y morados de jugar como un cafre por cualquier parte.
Con la Princesita tampoco somos especialmente "cuidadosos", que el día a día curte mucho y así se inmunizan contra muchas cosas.. ¡jejeje! Ahora debe de parecer que la dejo tirada por cualquier parte y no le hago ni caso a la pobre. Tampoco es eso. No soy negligente pero tampoco obsesiva con ninguno de los dos.

No obstante hay algo que me supera y que nunca creí que podía llegar a generarme esta pánico continuo. Desde que el Principito asumió su independencia y empezó a correr cuál vaca sin cencerro por todas partes vivo en una angustia contínua. Sueño que le raptan, me asusto en cuanto le pierdo de vista, me dan taquicardias si está lejos y veo que alguien se le acerca con mala pinta; siempre pienso "Es que me lo roban en las narices y no llego a pillarle por mucho que corra" y eso me aterra.

Creo que tengo que dejar de ver las noticias y las pelis de sobremesa de Antena3 porque me están trastocando.

El colmo de los horrores para mí son los centros comerciales. Si al bullicio habitual le sumamos el inicio de rebajas, eso ya es para volverse loca del todo.
El Viernes, sin ir más lejos, tuvimos la gran idea de pasarnos por un centro comercial de MacroCity para comprar algunos regalitos de cumpleaños que teníamos pendientes en las próximas semanas. Mala idea... muy mala idea.. Estaba todo llenito de gente por todas partes, casi no podías andar -si a eso le sumas el carrito de la Princesita, avanzar era casi imposible-, todo el mundo iba estresado y a empujones... Esto último no lo entiendo. Se supone que comprar es una actividad que genera endorfinas y te pone de buen humor; no entiendo el nivel de mala leche que se gasta el personal en una tienda cualquiera en rebajas; se comportan como si les fueras a quitar un riñón si intentas acceder a alguna de las prendas que tienen en su campo de mira.

Pues ahí estaba yo, bloqueada con el carrito de la Princesita, intentando controlar al Principito entre tal bullicio de gente mientras mi Costillo se recorría la tienda buscando un jersei para su tío. Como la cosa pintaba mal, decidí que era mejor esperar fuera, en una especie de plaza central que hay con banquitos y esas cosas.
Todo iba bien; sentada en un banco con el carrito delante jugando con la Princesita mientras mi Principito saltaba del banco y por encima de mí con un ataque de hiperactividad incomprensible tras un largo día sin siesta ni nada.
De repente dejo de notar coces en mis riñones y no veo los rizos rubios al viento por ninguna parte.
Horror, pánico. ¿Dónde está? Me levanto para ampliar rango de visión y buscarle mejor. Al principio le llamo en voz alta mirando hacía todas partes.
No aparece por ningún sitio.
Empiezo a subir la voz cada vez girando a más velocidad buscando por todos los rincones.
No le veo en ninguna parte.
Empiezo a gritar al borde de las lágrimas corriendo arriba y abajo con el carrito arroyando compradores que no entienden mi estado de nervios.
No está.
Por un momento creo morir. Mi Costillo sale en ese momento de la tienda y me ve en medio de la plaza, llorando a moco tendido y buscando como una histérica.
No le vemos en ningún sitio y, aunque intenta mantener la calma, mi Costillo empieza a ponerse nervioso también.

Entonces, cuando ya estábamos buscando a un segurata para pedir ayuda, va el Principito y sale todo contento de debajo del banco en el que estábamos sentados "¡Mamá! ¡¡Me había escondido y no me has encontrado!!"
El pobre flipó un poco cuando me vió llorando, que corría hacía él y le abrazaba fuerte, fuerte.
¡Qué susto!

Le hemos dicho mil veces que no se esconda cuando estemos fuera de casa pero es un niño y solo quiere jugar. Esta vez sus juegos me ha costado 5 años menos de vida.

No quiero ni pensar cuando estas cosas me las hagan en tándem..

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